jueves, 3 de julio de 2014

EL ORIGEN DE LA GUERRA

EL ORIGEN DE LA GUERRA Marco Denevi
Un lugar solitario al pie de los muros de Troya. Entran por distintos lados MENELAO y ELENA.
-¡Detente!
-¿Quién eres?
-¿No me reconoces?
-No. Y quítate del paso . Me aguardan mis camaradas. El combate se ha reanudado alrededor del
cadáver de Patroclo.
-Soy Elena, tu mujer. Ahora me llaman Elena de Troya.
-Troya, Troya. Hace diez años que la sitiamos.
-Porque hace diez años Paris me raptó y me trajo aquí. ¿No recuerdas?
-Pero hoy tomaremos la ciudad.
-Te diré, jamás me acosté con Paris. Con otros puede ser. Pero jamás con Paris. Estoy
pura ante tus ojos
-¿Oyes? Ese que gritó es Aquiles. La muerte de Patroclo le sacudió la modorra. ¡Y yo aquí
perdiendo el tiempo!
-La familia de Paris no desperdiciaba oportunidad para humillarme. La madre nunca me
dirigió la palabra. Y las hermanas para qué contarte. Odiosas como todas las cuñadas.
-Nuestras fuerzas se han concentrado en un punto estratégico. La tierra se estremece bajo
los carros lanzados a la carrera. El bosque de lanzas hace oscurecer la luz del sol alrededor de
las murallas. ¡Sublime espectáculo!
-El único amable conmigo ha sido Héctor.
-¿Héctor? Ese es otro que tiene las horas contadas. Mató a Patroclo y Aquiles se la juró.
-Pero yo me di mi lugar. Cuando comenzó el sitio de Troya me encerraron en mi
dormitorio. Ahora, aprovechando la confusión, pude escapar.
-Nadie escapará. Troya está irremisiblemente perdida. Tenemos veinte mil soldados,
trescientos carros de asalto y, por si fuera poco, tenemos el caballo de Troya.
-Pude escapar y aquí estoy. Ya no necesitas seguir combatiendo.
-¿Qué dice esta insensata? Debemos vengar la muerte de Patroclo.
-Qué te importa Patroclo. Es asunto de Aquiles. La guerra se hace por mí. ¿No te acuerdas? Paris me raptó y entonces tu...
-¿Yo? ¿Qué tiene que ver conmigo toda esa historia de Paris y de tu rapto?
-Cómo, qué tiene que ver. Soy Elena.
-¿O te enviaron los troyanos para que me distraigas con tu cháchara?
-¡Soy tu esposa!
-Basta de cacareos. Debo ir a combatir.
-Combates para rescatarme. Y aquí me tienes. Se terminó la guerra.
-Esta mujer se ha vuelto loca. Miren si una guerra que ya dura diez años la vamos a hacer por una muñequita como tú.
-Y entonces. ¿Por qué la hacen, puedes decirme?
-¿Por qué? Ya no me acuerdo. Tampoco interesa. Una vez comenzada, la guerra se justifica por sí misma. No hay que buscarle excusas.
-Pues bien, te lo diré yo. Cuando Paris me raptó...
-Y dale con Paris. Paris está muerto.
-¿Muerto? Vaya, y era hermoso ese babieca. ¡Paris está muerto pero yo estoy viva!
-Suéltame.
-No te soltaré. No dejaré que te maten como a Patroclo.
-¡Suéltame, te digo! Mis camaradas me esperan.
-Yo te esperé diez años.
-¿Quieres convertirme en un desertor?
-¿Y tú a mí en una pobre viuda?
-¡Apártate!
-¡Abrázame, Menelao!
-¡Déjame pasar!
-¡Bésame!
Los dos gritan y forcejean rabiosamente. Hasta que él la mata de un lanzazo. ELENA
cae con una gran mímica teatral. MENELAO salta por encima del cuerpo de ELENA y,
antes de salir, se detiene, mira el cadáver.
-Me parece haber visto esa cara, alguna vez, hace ya mucho tiempo. Pero ya no
recuerdo. ¿Elena? ¿Quién podrá ser esta Elena? Quizás alguna espía troyana. Por algo se
llamaba Elena de Troya. Hice bien en matarla.
Se va blandiendo la lanza. Y en tanto el ruido de las armas crece, en tanto el cielo arde
con el fuego de los incendios y las murallas vacilan y las torres se hunden, ELENA duerme
plácidamente boca arriba.

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