domingo, 26 de noviembre de 2006

EL VUELO DE SUPERMAN, un vuelo por la nostalgia


EL VUELO DE SUPERMAN
Por; Nelson Barbon

No puedo recordar con exactitud el año en que ocurrió, el mundo aun comentaba los horrores de la recién finalizada guerra mundial; La actividad industrial era intensa en el país y particularmente en la zona sur de Bs.As donde yo vivía.
El barrio se comenzaba a poblar de humo y de hollín y no cesaba hasta el sábado por la tarde, el sol tenia un color opaco y titubeante y hasta se eclipsaba brevemente cuando una columna de humo se interponía en su camino, solo los domingos y los feriados, cuando el ferrocarril y las fabricas disminuían su actividad brillaba en todo su esplendor. Adoraba los domingos, porque podía ver el cielo sin hollín, de un límpido color azul, con pájaros marrones y nubes de algodón.
La casa en la que vivía con mis padres y mis abuelos maternos ocupaba la parte trasera del terreno; Se accedía por un largo pasillo que terminaba en un pequeño patio en el que desembocaban dos habitaciones, el baño y la cocina; Una escalera de cemento con un barandal de hierro eternamente oxidado conducía hacia la terraza, que no era mas que un pequeño cubiculo rodeado de altas paredes donde se depositaba todo el hollín de las locomotoras.
No puedo traer a mi memoria ese lugar sin asociarlo de inmediato a una densa capa negra de un fino polvo que todo lo manchaba, los días de frío el vapor de las locomotoras se condensaba en una fina llovizna con olor a carbón y aceite; Cuando el viento soplaba del sur el aire se llenaba con las pestilencias del cercano riachuelo.
En esa época mi padre trabajaba en el puerto, mi abuelo de albañil y mi madre y mi abuela eran operarias en la misma fabrica textil, pero en horarios diferentes, de esa forma se turnaban para cuidarme; Ambas consideraban que el barrio era muy peligroso durante la semana, ya que durante el día circulaban en forma permanente carros y camiones, eso las había determinado a dejarme encerrado todo el tiempo en el perímetro de la vivienda y solo me permitían salir para concurrir a la escuela y por la tarde a hacer los mandados a un almacén que estaba a cuarenta Mts de la casa e ir al bar de la esquina para buscarlo a mi abuelo cuando la cena estaba casi lista; El solía pasar todas las tardes en ese lugar jugando un eterno truco con sus amigos, para mi era una encomienda particularmente grata ya que los viejos me invitaban con las aceitunas y los saladitos del vermut que invariablemente estaban tomando, cuando yo le trasmitía el mensaje, mi abuelo se encogía de hombros en señal de indiferencia, me guiñaba uno de sus ojos color cielo, me sentaba en una silla y me acercaba los minúsculos platos metálicos con las aceitunas y los trocitos de queso. Para mi ese era un ritual sagrado al que no hubiese renunciado por nada del mundo, mi abuelo era el único adulto capaz de trasmitirme ternura, el me defendía siempre, tuviese o no razón, era el amigo y compinche que tenia en esos grises años de soledad y miseria.
Lo recuerdo como a un hombre de manos grandes y duras que estaban siempre dispuestas a la caricia, era persona de pocas palabras y pocos gestos, un ser de lealtades incorruptibles, que hizo de la amistad una religión; Tal vez lo que termino haciendo fue reemplazar a una religión por otra, ya que profesaba un ateísmo que no sabia de claudicaciones, esa era una de las fuentes de discordia mas común entre mis abuelos, en algún momento llegue a ser un rehén en esa guerra sorda, ya que mientras mi abuela trataba de llenar mi tierno cerebro de ideas virtuosas mi abuelo contraatacaba llevándome a escondidas a los actos del Partido Socialista. Subido en sus hombros, fui privilegiado espectador de los discursos flamigeros del Dr Alfredo Palacios, a pesar de no entender una sola palabra de lo que allí se decía todo el espectáculo me fascinaba sobremanera y sin duda influyo en algunas decisiones que tome muchos años mas tarde; Jamas delate ante el resto de la familia estas escapadas, fue un secreto entre el y yo, el se lo llevo a la tumba, hoy lo relato como un homenaje a su memoria.
Solía pasar mucho tiempo solo dentro de mi casa; Como el patio me resultaba opresivo era muy común que pasara gran parte del tiempo en la terraza; Desde allí dominaba un paisaje de techos de chapa y paredes descascaradas en las que el revoque al caerse había dibujado caprichosos mapas, patios y terrazas donde se acumulaban todo tipo de cacharros inservibles. Desde allí intentaba remontar los inútiles barriletes fabricados con hojas de carpeta, pajitas de escoba e hilo de coser; Jamas logre que se elevaran mas allá de mi propia cabeza, en cuanto tomaban contacto con el viento se plegaban y se caían, pero los fracasos no me desanimaron, yo volvía a la terraza con mis endebles pájaros de papel y corría y corría en la esperanza de que se elevaran, mas allá del hollín, mas allá de las nubes, mas allá del asma y la miseria.
Por aquella época conocí a Superman.
Los chicos estrenábamos nuestra recién adquirida capacidad de leer con las aventuras de los superhéroes individualistas, venidos del norte, que comenzaban a competir con el príncipe valiente, los tres mosqueteros y tantos otros. Lo primero que me atrajo de este personaje fue su capacidad de volar, me parecía maravilloso poder surcar el cielo en absoluta libertad, me veía a mi mismo saltando por el aire con la capa flameando a mis espaldas mientras sentía en el rostro el viento limpio de la alturas.
La fascinación por el vuelo era compartida por todos los otros chicos de la escuela, a tal punto que en los recreos solíamos sostener encendidos debates sobre donde residía la capacidad de volar de nuestro héroe; Había quienes sostenían que el traje era el responsable de que Superman volara, ya que según ellos solo cuando se sacaba su disfraz de Clark Kent el superheroe volaba, lo que se deducía de una atenta lectura de la revista en cuestión, pero había otra corriente de opinión que si bien coincidía en que de traje y corbata su poder no existía, el secreto no estaba en su traje sino en un adminículo del mismo, en pocas palabras lo que hacia volar a Superman era indudablemente la capa.
En realidad la teoría de la capa fue mucho mas lejos en su argumentación ya que se llego a sostener que con una capa cualquiera podría volar.
En mi mente de chico solitario donde la fantasía muchas veces era mas real que el mundo que me rodeaba, esta posibilidad de elevarme por el aire llego a provocar en mi el efecto de una droga; Durante días no pensaba en otra cosa, la capa de Superman ocupaba todo mi universo.
El fin de semana después de almorzar fui como todos los días a mi refugio en las alturas, pero esta vez tenia un proyecto secreto: volar, volar como nunca habían volado mis barriletes, volar como un pájaro, volar como Superman, volar libre tan lejos como fuera posible.
Según la teoría todo lo que se necesitaba era la dichosa capa, y allí sobre uno de los alambres que cruzaban la terraza estaba la solución, una blanca sabana que mi madre había lavado por la mañana, la descolgué y me la anude por una de las puntas en el cuello, acto seguido me encogí de piernas y salte con la esperanza de elevarme por el aire; Como no me despegue del suelo mas de lo que era habitual llegue a la conclusión de que necesitaba impulso; Me coloque en uno de los extremos de la terraza y comenze una loca carrera hacia el otro extremo, cuando casi llegaba al final salte con todas mis fuerzas; Así impulsado di con mi cuerpo contra la pared del otro extremo y caí de espaldas sobre la eterna capa de hollín.
Mi aventura concluyo con una serie de raspones por todo el cuerpo.
Mi madre carecía de sentido del humor cuando se trataba de lavar sabanas por segunda vez, asi que descargo su furia en mi trasero con su pesada mano de obrera textil.
Lo peor fue la triste sensación de que jamas podría volar como Superman.
Varios años mas tarde me convertí en un eximio constructor de barriletes; Mis creaciones de papel y caña se remontaban en el aire como aves orgullosas e invencibles, los remontaba tan alto como podía y me extasiaba durante horas sintiendo la vibración del viento en el piolin.
En ese tiempo había descubierto que Superman no existía, que era solo una fantasía, casi una mentira, pero para mi había sido tan real y maravilloso como mis barriletes.

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