jueves, 30 de octubre de 2014

Los nuevos disparos del policial argentino

Una breve reseña sobre este tipo de literatura:

REVISTA Ñ: (suplemento literario de CLARÍN)

 

Clásicos reeditados, autores y colecciones nuevos, premios internacionales y adaptaciones al cine confirman la popularidad de este género narrativo.

Por:  Vicente Muleiro

 

No es una explosión, tampoco son unos pocos tiros desperdigados al aire. La del policial argentino es una balacera persistente. En los últimos días han aparecido dos colecciones: Negro Absoluto, que se lanzó con cuatro novelas de autores de una nueva horneada; y Larga Duración, de editorial Tantalia, que reeditó un clásico, El agua en los pulmones, de Juan Martini y lanzó ¿Quién mató a la cantante de jazz?, de la novísima Tatiana Goransky. Desde Córdoba, Ediciones del Copista avanza con su Serie Policial bautizada en 2006, inaugurada con autores como Carlos Dámaso Martínez y Fernando López, entre otros. En 2009 Mondadori lanzará otra colección en simultáneo con España, que será dirigida por Rodrigo Fresán.

Hay más disparos: el género se ha alzado con algunos de los buenos premios literarios de los últimos tiempos: Pablo De Santis se cargó la bolsa de dólares de la primera edición del Planeta-Casa de América con El enigma de París; Orlando Van Bredam con el Emecé de 2007 por Teoría del desamparo, así como Guillermo Martínez ya había conquistado el Planeta local en 2003 con Crímenes imperceptibles, trasvasada al cine como Los crímenes de Oxford. Al cine también irán otras novelas con olor a pólvora como Tuya de Claudia Piñeiro –persistente entre los recientes best sellers–, Delincuente argentino y La aguja en el pajar de Ernesto Mallo.

Mondadori se cuenta entre los sellos que han presentado un nuevo autor, E. L. Yeyati, –un economista argentino que vive en Nueva York– con su novela Gallo, que se vale del género para cruzar las desventuras de un investigador con la desaparición de una adolescente.
Si el delito tensa la trama, los climas exhiben la sangría de los vínculos humanos y la disgregación de la subjetividad. Random House Mondadori, exhibe como logro los cien mil ejemplares de la serie Mujeres asesinas, con el soporte del éxito televisivo, claro, más la reedición de novelas de Juan Sasturain (Arena en los zapatos) y los infrecuente 3.500 ejemplares de la antología In fraganti. Del mismo autor se viene Pagaría por no verte donde la traza tanguera del detective Echenique se medirá con las borrascas de la corrupción política.
Para el director editorial Pablo Avelluto el policial ofrece una ecuación virtuosa: "Permite la fusión de dos categorías que en general son percibidas como confrontación: el entretenimiento y la alta literatura".

El gerente editorial de Planeta, Ignacio Iraola, desenfunda: "El policial tiene una fuerte tradición de lectura en la Argentina, aún desde antes que Borges y Bioy impulsaran el género entre nosotros con la colección El Séptimo Círculo".

Planeta, a través de su sello Emecé, se ocupó de resucitar aquel empeño borgeano con reediciones de obras de Silvina Ocampo, Manuel Peyrou y Enrique Amorim. Más acá, posaron sobre las librerías títulos de Vicente Battista, Angélica Gorodischer y Eduardo Mignona, mientras "Los mejores cuentos policiales", con selección y prólogo de Borges y Bioy Casares, insiste en la reedición. Ahora las apuestas se dirigen al escritor Ernesto Mallo y al marplatense Carlos Balmaceda. Según Iraola el sueco Henning Mankell (La pista falsa, La leona blanca) está traccionando la lectura del policial.

Ernesto Mallo adscribe a una escalada del género con referentes planetarios: "Mankell y Juan Ramón Biedma en Europa, Lee Child y John Sandford en Estados Unidos". También explica su opción por la variante local de la novela negra: "Siempre viví bajo estados policiales o gobiernos corruptos o la combinación de ambos; la criminalidad atraviesa todos los estratos sociales, el flujo de material es incesante. Una sociedad también puede definirse por el tipo de crímenes que se cometen".

Con el sello Alfaguara, Claudia Piñeiro reapareció en la lista de los más vendidos con Tuya, que está en etapa de preproducción para ser la película que dirigirá Alejandro Doria. "El lector siente que todo lo que pasa en un policial podría haber sucedido –dice ella– y apenas un escritor mira hacia el mundo social se topa con diversas vertientes de la criminalidad".
Además de difusor del género y autor, Juan Sasturain es el alma mater de la colección Negro Absoluto. Explica el criterio: "Nos propusimos trabajar sobre textos nuevos, se contactó a los autores y se los invitó a trabajar a partir de determinadas pautas: que se ambientara en Buenos Aires, que fueran novelas de crímenes y que tuvieran un personaje central".
El resultado consta en cuatro títulos: Los indeseables (Osvaldo Aguirre); Santería (Leonardo Oyola); El doble Berni (escrita a dúo por Elvio Gandolfo y Gabriel Sosa) y El síndrome de Rasputín (Ricardo Romero). Uno de los sugestivos ámbitos que frecuenta el género, el del jazz, revive en clave porteña a partir de Tatiana Goransky, la joven autora de ¿Quién mató a la cantante de jazz?. Su editora, Florencia Abbate, señala que es clave "el clima sórdido de la ciudad. Son relatos que se proponen mostrar la contracara de la imagen políticamente correcta de la sociedad. El policial sigue convocando porque, como en las buenas películas del género, suele dejar un sabor agradable que uno quiere repetir".

La emboscada de seducción que estos escritores duros le tienden al lector no deja de ser una onda expansiva de aquellas otras que en la Argentina se urdieron apenas el policial asomó cuando promediaba el siglo XIX. En 1877 el jurisconsulto Luis Varela publicaba las dos primeras narraciones que cruzaban infidelidad y crimen. En 1884 ya estaba traducido Edgar Allan Poe, ese mismo año Paul Groussac mandaba sus primeros tiros de papel. Otros rastros de sangre se encontraron entre los originales de narradores que publicaron a principios del siglo XX, Horacio Quiroga entre ellos. Hasta que, hacia la década de 1930, las ediciones populares repartieron millares de historias intrigantes en las revistas semanales y mensuales y en otras entregas de formato para el kiosco. El prestigio crecería con la difusión que emprendió Borges. Otro salto se produciría en los años 70, con la obviedad de "género menor" convenientemente sepultada y la discusión sobre sus líneas posibles (novela de intriga o suspenso, novela problema, thriller de acción, novela negra o dura) francamente abierta para que cada uno se sirviera a gusto. Escritores con patente (Walsh, Bosco, Pla, Soriano, Martini, Giardinelli, entre otros), bebían y beben en su normativa, para transgredirla a su modo.

En los textos que se pueden leer hoy la narrativa policial es un género transaccional que puede pactar con la novela social, psicológica, fantástica o puramente intelectual. El realismo pleno y plano es un alimento al que no suele acudir, aunque las tramas no dejen de tributar a claras referencias de la vida social y política. En un estudio imprescindible de 1999, lo había escrito el crítico Jorge B. Rivera: "La denostada narrativa policial pasa a convertirse en un auténtico campo de reflexión sobre el hombre, la literatura y lo sociedad; reflexión muchas veces más inquietante y reveladora que la posibilitada por las ampulosas construcciones de la literatura seria".

 

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