jueves, 2 de octubre de 2014

Analisis del Manifiesto Surrealista

El surrealismo entra en escena oficialmente en 1924, con el Primer Manifiesto Surrealista escrito por André Bretón, la publicación del primer número de La Revolución Surrealista y la creación de la Oficina de Investigaciones Surrealistas. Sin embargo, el origen del movimiento puede situarse tres años antes, con la descomposición de los dadaístas franceses, el rompimiento con Tristán Tzara y el acercamiento por parte de Bretón a las teorías freudianas de los sueños y del inconsciente.

Significado de 'surrealismo'

En el Primer Manifiesto, ‘surrealismo’ significa: “Automatismo psíquico puro por cuyo medio se intenta expresar, verbalmente, por escrito o de cualquier otro modo, el funcionamiento real del pensamiento. Es un dictado del pensamiento, sin la intervención reguladora de la razón, ajeno a toda preocupación estética o moral.”

La adopción de la palabra 'surrealismo', explica Bretón, representa un homenaje a Apollinaire, pero con una acepción freudiana; aunque el término ‘supernaturalismo’, utilizado por Nerval, sería quizá más adecuado a las pretensiones del movimiento. Al parecer, Nerval “conoció de maravilla el espíritu de esta doctrina, en tanto que Apollinaire sólo conoció la letra todavía imperfecta del surrealismo, y fue incapaz de dar de él una explicación teórica duradera".

Es interesante pensar en la relación que ambos términos mantienen entre sí . ‘Surrealismo’ se refiere a una sobre-realidad, y ‘supernaturalismo’ a una sobre-naturaleza. Ambas comparten este carácter de más allá, de rebasamiento, pero, ¿cuál es la diferencia entre naturaleza y realidad? ¿Qué une a ambos conceptos?

Apología de la infancia

El manifiesto comienza en tono nostálgico con una crítica a la vida adulta y automatizada. La reivindicación de la niñez como un estado de posibilidades infinitas refleja uno de los temas recurrentes y centrales de esta vanguardia: la inconformidad o las pretensiones revolucionarias funcionan como una puesta en cuestión de los valores culturales y sociales. En palabras de Bretón:

En la infancia, la ausencia de toda norma conocida ofrece al hombre la perspectiva de múltiples vidas vividas al mismo tiempo; el hombre hace suya esta ilusión; solo le interesa la facilidad momentánea, extremada, que todas las cosas ofrecen. Todas las mañanas los niños inician su camino sin inquietudes. Todo está al alcance de la mano, las peores circunstancias materiales parecen excelentes. Luzca el sol o esté negro el cielo, siempre seguiremos adelante jamás dormiremos.

Imaginación sin límites

Un elemento importante, que se rescata con la niñez, es la imaginación. Limitada en la vida adulta por leyes y convenciones prácticas, esta capacidad se subordina a una concepción de la realidad que limita los alcances y las posibilidades de nuestra forma de entender y relacionarnos con el mundo. Bretón aboga por una libertad espiritual suma, mediante la cual podamos “llegar a saber lo que puede llegar a ser". La locura es explorada como una exacerbación de la imaginación; los locos, afirma, son víctimas de su imaginación.

Bretón critica el razonamiento absoluto, los límites a la imaginación o a cualquier otra área de nuestra experiencia. Someter al imperio de la lógica todo lo que hay en el espíritu es reducir nuestra experiencia a un campo muy estrecho: “So pretexto de civilización, con la excusa del progreso, se ha llegado a desterrar del reino del espíritu cuanto pueda calificarse, con razón o sin ella, de superstición o quimera”.

Surrealismo y psicoanálisis

Se reconoce en el trabajo de Freud un punto de partida para el estudio de esa otra parte de la experiencia humana, es decir, aquellas fuerzas ocultas en nosotros mismos que pueden manifestarse a través del sueño o el inconsciente. Bretón se pregunta qué tan reales son los sueños, si se trata de un flujo continuo o si se presentan a nosotros solo como los recordamos, espaciados y en fragmentos; qué relación mantiene con la realidad de la vigilia, si son paralelas, etc.

El afán restrictivo de la ciencia (de la razón científica) no permite que cosas ajenas a lo conocido y a la conciencia, al estado de vigilia, se cuelen en las investigaciones rigurosas: “Por esto, el sueño queda relegado al interior de un paréntesis, igual que la noche. Y, en general, el sueño al igual que la noche, se considera irrelevante.”

Sobre la continuidad del sueño

Para Bretón no hay una razón para dudar de la continuidad de los sueños, al menos tanto como la vigilia, es decir, esa realidad constante a la que atribuimos nuestras certidumbres.

La razón por la que el sueño aparece a nosotros como fragmentado y con lagunas, tiene que ver con la función de la memoria, que se arroga el derecho de hacerlo discontinuo y presentar como seriados los momentos de sueño; olvidando las transiciones, nos ofrece la aparente continuidad de la realidad y la discontinuidad de su opuesto, el sueño.

Se pregunta, además, por qué no “otorgar al sueño aquello que a veces niego a la realidad, este valor de certidumbre que, en el tiempo en que se produce, no queda sujeto a mi escepticismo”, o por qué no podríamos buscar en el sueño respuestas a los problemas fundamentales de la vida.

Vigilia como fenómeno de interferencia

Como confirmación de la reflexión anterior, Bretón nos invita a pensar en la situación en que se encuentra el espíritu. Sujeto a una constante tendencia a la desorientación, actúa bajo el mandato de sugerencias que provienen de “aquella noche profunda”.

No hay un dominio absoluto sobre todo aquello que nos pasa y nos hace efecto. Sin poder encontrar las causas de lo anterior, el espíritu, dice Bretón, recurre al azar. Sin embargo, se pregunta si aquello que no podemos explicar o entender y que atribuimos a la casualidad no es sino ese lazo, aquella cosa que nos vincula al sueño, a esa otra realidad igualmente válida que hemos olvidado y que se ha dejado de lado.

Aire de naturalidad del sueño

La experiencia humana no se limita solo a los eventos de vigilia y debe ser superior a la razón (de la vigilia) que excluye todo lo alógico, para que el sueño pueda, a pesar de extrañarnos en nuestro despertar, aparecer con esa naturalidad que nos lleva a acoger un gran número de acontecimientos y episodios muy raros que nos sorprenden.

El sueño en toda su integridad

Bretón busca un método eficaz para hacer un examen que nos permita tener conciencia del sueño en toda su integridad. Este examen metódico, cuyos medios aún nos son desconocidos, debe crear una armonía entre el estado de vigilia y el de sueño, entre esas dos realidades tan aparentemente contradictorias; una futura conciliación en una especie de realidad absoluta, en una sobrerealidad o surrealidad.

El surrealismo es la búsqueda de esa otra realidad capaz de enriquecer nuestro conocimiento y nuestra experiencia . En tanto movimiento artístico, parte de la crítica de los valores y formas tradicionales que tienden a ignorar esta zona incierta, a restarle importancia.

Bretón reconoce en distintos autores, a través de los siglos, el carácter surrealista: “Cierto es que si únicamente nos fijamos en los resultados, buen número de poetas podrían pasar por surrealistas, comenzando por el Dante, y, también, en sus mejores momentos, por el propio Shakespeare.” Pero, no todos son surrealistas todo el tiempo, afirma, muchos permanecieron fieles a ideas preconcebidas por no haber escuchado “la voz surrealista”.

Tatiana Arce

 

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