martes, 10 de junio de 2014

Inciso 24, Nelson Barbon

Inciso 24
Autor; Nelson Barbon
La señora Milena Pardo Casares, dama de incierta alcurnia, transitaba el último tramo de su vida, en el desahogo económico que le proporcionaran su tres esposos fallecidos.
El segundo, Don Andrés Grisalba Ferrant de nacionalidad colombiana, le dejo a Doña Milena, además de una cuantiosa fortuna, el vicio por el café.
En sus años en la casa solariega de Cartagena de Indias, la Dama tenía siempre a mano una jarra con la infusión de sus amores, que la numerosa servidumbre se ocupaba de mantener siempre llena, a sabiendas de que era la única falta que jamás se les perdonaría.
Cuando Doña Milena y Don Andrés viajaban a la hacienda de la familia, se llenaba un enorme termo de 3 litros que habían hecho instalar en la parte delantera del automóvil, bien amarrado para que soportara los tumbos y tambaleos propios de un viaje por un camino de mulas.
En pleno verano, cuando el feroz sol caribeño se volvía impiadoso, se hacía preparar una infusión de café con azúcar y limón, para mitigar el rigor del tórrido clima.
Su pasión por el café era objeto de mentas continuas en las tertulias Cartaginesas, el insólito consumo de un producto tan ligado a la cultura Colombiana era visto con agrado y simpatía por todos.
Después del fallecimiento de Don Andrés, decidió regresar a su Buenos Aires natal, tal decisión fue largamente lamentada por amigos y allegados, Doña Milena habíase transformado en un personaje del lugar, perderla fue como perder un atractivo que empobrecía el clima de las reuniones.
-----------------------------
Ya en Buenos Aires, se ocupo de averiguar dónde podía conseguir el mejor café colombiano, un lujo que la dama podía darse.
Realizo con la empresa importadora un convenio para que le entregaran todos los meses 2 kilogramos del mejor café colombiano, acuerdo que se mantuvo inalterable aun después de su muerte, acaecida varios años después.
Luego de su tercera viudez, vislumbro, que su futuro solo estaría plagado de soledades y recuerdos ya que Doña Milena nunca había sido bendecida con la llegada de hijos propios y jamás quiso saber los motivos de su esterilidad.
Su segundo y tercer esposo, viudos al momento de casarse con ella, tenían hijos de sus anteriores esposas, lo que le dejaba la molesta certeza de que era ella la que no tenía la capacidad de concebir.
Siempre había tenido el don de predecir cosas que luego ocurrían ineludiblemente, intuyo el fallecimiento de sus esposos, y hasta supo antes de probar la primera taza de café colombiano que iniciaría una relación tan profunda que llevaría esa simbiosis más allá de su propia muerte.
A los 85 años, después de una larga tercera viudez, vislumbro que el fin se aproximaba.
Doña Milena casi no se inmuto por la revelación, en realidad consideraba a la muerte como un simple cambio de estado, era como enviudar de sí misma.
Después de adquirir el conocimiento del camino que le restaba transitar por este mundo, se tomo varios días para pensar como ordenar sus asuntos, estaba la cuestión de su fortuna, la cuestión del lugar de su última y definitiva residencia, y por supuesto estaba la cuestión del café.
Los siguientes días se fueron en reuniones con su abogado, a quien le ordeno redactar un borrador de contrato de usufructo sobre un fideicomiso que se iba a constituir con la totalidad de los bienes, también le ordeno la búsqueda de posibles herederos, sabía que no había ningún pariente directo vivo, pero sabía que había sobrinos políticos, hijos del esposo fallecido de su fenecida y esteril hermana.
El inciso 24 del contrato de usufructo, logro que el impecable aspecto profesional del abogado se alterara por un imperceptible instante. El mismo establecía la obligación del usufructuario de colocar del 1 al 5 de cada mes, 2 Kilogramos de una clase específica de café colombiano en la tumba de Doña Milena.
Tendría que cavar un pozo en la superficie de la tierra, colocar allí el café y luego cubrirlo con la misma tierra, y debía hacerlo personalmente.
La condición era de una rigidez absoluta, ya que un solo incumplimiento cancelaria automáticamente todo derecho de usufructo, el que pasaría al segundo nombre de la lista.
Lo que más intrigo al abogado fue la forma en que esa obligación se controlaría.
----------------------------
Cuando la dama exhalo su último suspiro, ya todo estaba preparado, así fue que Jacinto López de 35 años, divorciado y sin hijos, recibió dinero y obligaciones, de una tía lejana, hermana de su madrastra, de la que jamás había oído hablar.
Así transcurrió algo más de un año, el café se deposito puntualmente y con la misma puntualidad se deposito en la cuenta de Jacinto López los dividendos del fideicomiso.
16 meses después del fallecimiento de Doña Milena, Jacinto olvido comprar el café en el importador, y era el ultimo día que establecía la obligación contractual, una clausula que siempre le había parecido bizarra, por no decir ridícula, propia de una anciana senil y algo chiflada.
Corrió al supermercado más cercano y allí compro 2 kilogramos del café más barato que encontró, en su casa lo coloco en una bolsa marrón, y se fue al cementerio.
Entro como lo hacia todos los meses, llevando una bolsa de plástico con el café dentro, saludo al portero de la entrada y se dirigió a la solitaria tumba de Doña Milena, allí cumplió el rito mensual de perforar un agujero en la superficie del sepulcro y colocar el café que luego cubrió con la misma tierra.
El día 25 del mismo mes, sonó el timbre de su departamento, el cartero le entrego un telegrama que lacónicamente le informaba, que el usufructo había sido cancelado por incumplimiento de la clausula incluida en el inciso 24.

No hay comentarios: